EL BAUTISMO DE JESÚS

En el Nuevo Testamento

  1. El bautismo de Jesús es la primera manifestación pública de la identidad mesiánica de Cristo Señor. Como un hombre cualquiera, en sumisión, va Jesús al Jordán. Allí cumplirá el rito del bautismo por agua. El Verbo coeterno con el Padre, el Lógos santo, desciende a las aguas abismales de los días primordiales de la creación. Asumiendo al pecador, no el pecado del hombre, se presenta al bautismo que abre la puerta del Israel verdadero, al otro lado del Jordán. Juan le reconoce y se niega a bautizar a quien es el Ungido que trae consigo el perdón y la reconciliación. Mas Jesús cumplirá toda ‘justicia’.
  2. Por su humillación trae el bautismo en Fuego y en Amor: el Bautismo del Espíritu Santo. Se abre el cielo y, cual paloma, el Espíritu aletea sobre Jesús, que, a partir de este momento, inicia su tarea de anunciar el Reino de Dios aquí en la tierra. El Padre muestra su desvelo por el “hombre primordial” ahora, en Cristo, redimido, nacido en cuna hebrea: es su Verbo hecho carne. Confirmado Mesías, como anunciaba ya el salmo 23, descubierto y reinvestido en la luz de su misión, se empieza, en su misma carne, a proclamar el Evangelio.
  3. Nuevo Israel, después del paso por las aguas de la muerte, va a proclamar su fidelidad absoluta en el desierto. En el nuevo Sinaí, que es el Tabor, testificado por la Ley y los Profetas, aparecerá, en él, la gracia y la verdad. En aquella cumbre, con Moisés y Elías, hablará de la otra cumbre, la del Calvario: el ápice de su humillación como Siervo fiel.
  4. Hoy se manifiesta, en el Hijo, el Arca de la Nueva Alianza que ha de entrar en la Jerusalén celestial. ¡Que las puertas agranden sus dinteles: ha de entrar el rey de la gloria hoy glorificado en su humillación en el Río Jordán! Por su bautismo, el agua es ahora Fuego del Espíritu, es gracia concedida que redime la culpa y nos bendice. Es un renacer, en él, al místico banquete del Reino. En la Tradición eclesial
  5. Tanto en la tradición constantinopolitana como en la romana, el 6 de enero, se celebraba una fiesta cristológica muy antigua, la primera en la que se sintetizaban todos los misterios del Señor que se manifiestaba al mundo.
  6. Cuando, después, en el siglo IV, el acontecimiento del nacimiento del salvador se fijó, por iniciativa romana, en el 25 de diciembre, fecha que muy pronto aceptaron los cristianos orientales, el contenido de la fiesta del 6 de enero se diversificó.
  7. Para los cristianos latinos el 6 de enero es la Epifanía, la manifestación de Cristo, “luz de todos los pueblos” fijada en la adoración de los Magos en Belén.
  8. Este episodio, para los cristianos bizantinos, queda englobado en la fiesta del 25 de diciembre, el 6 de enero se celebra la fiesta del Bautismo del Señor y su manifestación en las aguas.
  9. En dos fechas diversas, con todo, la fiesta del Bautismo del Señor en el Jordán se celebra en todas las tradiciones rituales. La tradición bizantina
  10. El 6 de enero, la Iglesia de tradición constantinopolitana celebra la fiesta de la “Santa Teofanía” del Dios encarnado. Se celebra la segunda manifestación del Salvador, la del inicio de su vida pública, en ocasión de su bautismo en el Jordán, en un contexto de manifestación trinitaria: el Padre hace oír su voz y el Espíritu Santo aparece en forma visible.
  11. Los catecúmenos eran solemnemente bautizados en este día a la manera de Pascua. Los textos litúrgicos de la fiesta de la Teofanía resumen muy bien, todavía hoy, los misterios fundamentales de la fe cristiana: la encarnación del Verbo y la unidad de Dios en la Trinidad. Los textos propios son numerosos ya que la pre-fiesta empieza el 2 de enero y la post-fiesta se prolonga hasta el 14 del mismo mes.
  12. El tropario principal, repetido continuamente, dice así: “En tu bautismo en el Jordán, Señor, se manifiesta la adoración debida a la Trinidad: la voz del Engendrador dio testimonio de ti llamándote Hijo amado y el Espíritu, bajo la forma de paloma, confirmó la palabra inefable. ¡Gloria a ti, oh Cristo Dios que te has manifestado y has iluminado el mundo!
  13. El contaquio de la fiesta, repetido una y otra vez en las celebraciones, es de Romano el Melode: “Te has manifestado hoy al universo y tu luz ha aparecido sobre nosotros. Llenos de gratitud te cantamos: ¡Has venido y has aparecido, Luz inaccesible!
  14. En vísperas, San Juan Damasceno proclama: “Queriendo salvar al hombre perdido, no has desdeñado revestirte con la forma de un esclavo, ya que convenía que tu, Señor y Dios, asumieras nuestra naturaleza en favor nuestro. En efecto, mientras eras bautizado en la carne, oh Liberador, nos hacías dignos del perdón. Así pues te proclamamos: ¡Amigo del hombre, Cristo nuestro Dios, gloria a ti!
  15. San Cosme de Mayuma, en el canon de Maitines, aclara: “El Señor que quita voluntariamente la impureza de los hombres se ha hecho semejante a ellos, purificándose en lugar de ellos en el Jordán pero permaneciendo lo que era, ilumina a cuantos están en las tinieblas, porque se ha cubierto de gloria”. Y recuerda la enseñanza profética: “Isaías proclama: Lavaros, purificaros, despojaros de vuestra maldad delante del Señor; los que tenéis sed, acercaros al agua viva, ya que Cristo os rocía con el agua renovando cuantos se acercan con fe y bautiza en el Espíritu Santo para la vida eterna”.
  16. El Patriarca Germán de Constantinopla nos recuerda en Laudes “Luz de luz, resplandece para el mundo Cristo nuestro Dios. Cristo se manifiesta: ¡adorémoslo los pueblos!”.
  17. La Bendición del agua. Una ceremonia muy antigua es la bendición de las aguas. Caracteriza la fiesta de la Teofanía en Oriente. Después de las vísperas, o después de la Divina Liturgia, los celebrantes y el pueblo van hasta el mar, un río o una fuente, o se acercan a un recipiente preparado en una mesita en el centro de la iglesia, mientras el coro canta:
  18. “La voz del señor resuena sobre las aguas y dice: Venid, recibid del Cristo que se ha manifestado el Espíritu de Sabiduría, el Espíritu de Inteligencia, el Espíritu del Temor de Dios”.
  19. El icono bizantino de la fiesta. La manifestación ‘teofánica’ se ha realizado en el Bautismo de Jesús en el Jordán: lo confirma el icono de la fiesta, en el cual vemos, en el centro, a Jesucristo sin sus vestidos habituales, sumergido en el agua. Tiene, a su derecha, Juan el Bautista, humildemente inclinado y que, por obediencia, lo bautiza. Un fondo estilizado y desértico con sólo una alusión a la vegetación. En el lado opuesto, los ángeles, admirados, contemplando un acontecimiento tan excepcional, con las manos cubiertas con lienzos. Lo cual significa respeto pero, aquí, indica la actitud de servicio para cuando el Señor salga del agua. En lo alto del icono, además del nombre “Teofanía de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo”, escrito abreviadamente, vemos un semicírculo que indica los cielos abiertos y del cual desciende un rayo de luz que después de la imagen de la paloma se triplica, con una evidente alusión a la Trinidad. En la aureola cruciforme de Cristo se ven las tres letras griegas: “El que es”.
  20. En los textos litúrgicos encontramos la explicación de la fiesta. «Señor, Dios nuestro, cuyo Hijo asumió la realidad de nuestra carne para manifestársenos, concédenos, te rogamos, poder transformarnos internamente a imagen de aquel que en su humanidad era igual a nosotros» (col. 2). La tradición latina
  21. El bautismo de Jesús, proclamado cada año según uno de los evangelistas sinópticos, es revelación de la condición mesiánica del Siervo del Señor, sobre el que va a reposar el Espíritu Santo (cfr. Is 42,14. 6-7: y que ha sido ungido con vistas a su misión redentora (cfr. Hech 10, 34-38).
  22. Ese Siervo, con su mansedumbre, demostrada en su manera de actuar, es « luz de las naciones» (cfr. Is 42, 1-9; 49, 1-9: lect. bíbl. Oficio de Lectura). «Cristo es iluminado, dejémonos iluminar junto a él», dice San Gregorio Nacianceno cuando comenta la escena (Oficio de Lecturas).
  23. El bautismo de Cristo es revelación también de los efectos de nuestro propio bautismo: «Porque en el bautismo de Cristo en el Jordán has realizado signos prodigiosos para manifestar el misterio del nuevo bautismo» (Prefacio.).
  24. Jesús entró en el agua para santificarla y hacerla santificadora, «y, sin duda, para sepultar en ella al viejo Adán todo entero, santificando el Jordán por nuestra causa; y así, el Señor, que era espíritu y carne, nos consagra mediante el Espíritu y el agua» (San Gregorio). Esta consagración es el nuevo nacimiento (cfr. Jn 3, 5), que nos hace hijos adoptivos de Dios (cfr. Rm 8, 15).
  25. El fruto de esta celebración en nosotros es «escuchar con fe la palabra del Hijo de Dios para que podamos llamamos y ser, en verdad, hijos suyos» (Postcomunión; cfr. 1 Jn 3, 1-2).
  26. Esta fiesta señala la culminación del ciclo natalicio o de la manifestación del Señor. Es también el domingo que da paso al tiempo durante el año, llamado también tiempo ordinario.

Barcelona / Pedralbes, 8 de enero de 2023.

Jaume González-Agàpito

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