LA MISA DOMINICAL

Parroquia de Pedralbes
Sugestiones de Mons. Jaume González-Agàpito para la plegaria y para la preparación individual
Año A, Domingo cuarto de Pascua, 30 de abril de 2023
Hech 2, 14. 36-41; Sal 22; 1Pe 2, 20-25; Juan 10, 1-10.

  1. “El que entra por la puerta, ése es el pastor de las ovejas”.
    Hoy, no parece que el “ser oveja” sea muy atractivo, dada la mala reputación que, en el lenguaje común, tiene la expresión. Esas ovejas ‘manipuladas’, ‘sometidas’, ‘coaccionadas’ en su decisión, son las ovejas del mercedario. No las que son objeto del amor, del cuidado y de la premura del Buen Pastor. Pero ese pastor, es además la única puerta del aprisco. Los que entran por otra parte, son ladrones y salteadores. Sólo Cristo es la puerta de la Iglesia y del Reino. Los cancerberos que pretenden tener la exclusiva de la entrada son traidores. Los que pretenden entrar obviando la verdadera puerta: ladrones y salteadores.
    En estos momentos en que todo el mundo se atreve a hacer cábalas sobre lo que conviene o no conviene a la Iglesia. En la cual casi todos tienen su idea de lo que debe hacer el Vicario de Cristo, Obispo de Roma, seria bueno recordar que la Iglesia está al cuidado del único y Buen Pastor. Ahora, como siempre, hay comunión eclesial: está, siempre vivo y actuante, el único Señor de la Iglesia. Cristo tiene ministros, servidores, fieles y vicarios, pero no substitutos. Ver la Iglesia de Cristo sólo como una entidad material que yo y tú tengamos que imaginar, conducir y proteger, es casi una blasfemia. Cristo no ha dejado a su Iglesia huérfana. Ni la dejará hasta la consumación del mundo.
  2. “Por sus llagas vosotros habéis sido curados, porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas”.
    La Iglesia es fruto del amor misericordioso de Cristo. Tú y yo somos ovejas descarriadas que, ahora, han vuelto al único Buen Pastor de sus almas. El sentido de gratuidad, y no de posesión, ha de impregnar nuestra pertenencia a la Iglesia de Cristo. Ella no es nuestra posesión, ni nuestro lote. Es el espacio visible, en este mundo, de acceso a la misericordia de Dios en Cristo. Ella es el gran sacramento donde Cristo obra eficazmente nuestra salvación personal.
    Todos, en la Iglesia, nos convertimos en heraldos, instrumentos y vehículos del amor gratuito del Dios que salva al hombre de su propia miseria, egoísmo, contingencia y caducidad. El Pastor-Puerta va delante en el camino de la vida: Él, el Resucitado, es prenda y seguridad de nuestra propia participación. Es ya, vida eterna, pero, en este mundo: “Tu bondad y tu misericordia me acompañarán todos los días de mi vida; y viviré en la casa del Señor por años sin término”.
  3. El servicio ‘petrino’ y la Iglesia universal
    En estos parámetros las palabras de Pedro, idealmente el primer Papa, suenan con toda su fuerza: “Sepa todo Israel con absoluta certeza, que Dios ha constituido Señor y Mesías al mismo Jesús, a quien vosotros habéis crucificado […] Arrepentíos y bautizaros en el nombre de Jesucristo para el perdón de vuestros pecados y recibiréis el Espíritu Santo. Porque las promesas de Dios valen para vosotros y para vuestros hijos y también para todos los paganos que el Señor, Dios nuestro, quiera llamar, aunque estén lejos. […] Poneros a salvo de este mundo corrompido”.
    Es todo un programa para los que, en el Bautismo, la Crismación y la Eucaristía hemos aceptado a Jesús como Cristo (Christosj, Mesías) de Dios y nuestro Salvador. La Iglesia es la continuación de aquellos primeros creyentes del día de Pentecostés. Eran “unos tres mil”. Ahora 1.200 millones de católicos y 800 millones de otros cristianos. ¿Pero nos hacemos notar como aquellos primeros? ¿Ha cambiado mi vida tanto, cómo para que en ella se pueda ver al hombre nuevo regenerado en Cristo?Recógete, hoy, con el Buen Pastor. Déjale que cure tus heridas y sane tu corazón. Pídele que sea, para ti seguridad: “¡Aunque camine por el camino tenebroso, el me conforta!”
    Hoy también es “el día del párroco”, intercede también un poco por él.

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