4. LA UTILIDAD DE LA NOCIÓN DEL ‘PATRIARCADO’ EN EL REASENTAMIENTO DE LOS JUDÍOS DESPUÉS DE LA CAUTIVIDAD

1. Aunque la documentación disponible, sin duda reescrita según la óptica de la parte vencedora de los judíos que volvían, no permite del todo reconstruir las diversas posturas ideológicas que se enfrentaron, debió de existir un enfrentamiento, habida cuenta de lo distintos que eran los intereses entre la parte residente en Palestina y la venida de Babilonia. 

El conflicto ideológico y de intereses entre núcleos de repatriados y comunidades locales generó la creación de cartas de fundación míticas relativas a las genealogías y a los títulos de propiedad de la tierra. También toda la operación del regreso de los desplazados debía basarse en su capacidad de remitirse a tradiciones autorizadas que atribuyeran la tierra de Canaán a las tribus de Israel y que identificaran como legítimos herederos de las tribus a los repatriados y no a los que se habían quedado. Aquí es evidente la corrección terminológica sacerdotal de la terminología sobre la posesión deuterocanònica.

2. Además del conflicto entre los que volvieron y los que se habían quedado, fueron importantes los conflictos existentes dentro de un grupo y del otro. Entre los repatriados los partidarios de una clausura drástica de la comunidad de los repatriados ‘incontaminados’ frente a los residentes ‘manchados’ por el ambiente pagano, era una parte. La otra, la de los que se mostraban favorables a llegar a un compromiso y a la asimilación de los grupos que respondieran a los requisitos de naturaleza étnica y religiosa. Queda clara en los textos deuteronomistas. Y la actitud dura, predominante en los grupos de Nehemías y Esdras y en la ideología sacerdotal.

Pero también entre los residentes las posibles estrategias debieron de ser distintas entre los no israelitas capaces de apoyar una acción de rechazo fuerte y “el pueblo de la tierra” que habría preferido una buena relación.

3. La postura, vencedora y que, por lo tanto, tiene una representación más abundante en los textos, fue la del enfrentamiento duro. El mito de la fundación más acorde con esta postura fue el de la conquista de la tierra prometida por parte de los repatriados de la cautividad en Egipto, guiados por Jesús/Josué. Pero no serbia aquí del todo. Otro mito de fundación pertinente y autorizado, situado en la época de los Patriarcas, los antepasados epónimos de las doce tribus y sus padres comunes, Abraham, Isaac y Jacob, era ahora muy útil por varios motivos. 

1.     Porque se remontaba a una época remotísima, cuyo carácter legendario era evidente y, por lo tanto, más apto para ofrecer una justificación más mítica que jurídica. 

2.     Porque proponía unas presencias de tipo seminómada por parte de pequeños grupos pastorales, que no excluían ni mucho menos la presencia en el país de otros habitantes, sino que más bien suponían la coincidencia, en la vida común, de unos y otros.

3.     Por que se remontaba a una época anterior a la constitución del pueblo de Israel y a la ocupación por parte de cada tribu en concreto.

4.     Abraham había sido “residente y huésped” en la tierra de Canaán (Gen 23, 4, y por lo tanto era comprensivo con los actuales ‘extranjeros’ que eran precisamente los residentes. 

5.     Abraham tuvo que comprar la tierra en la que puso la tumba de su familia con un contrato en el que se perciben los ecos de los contratos de época neo babilónica (Gen 23), y paga precio desorbitado al vendedor, tan amable como avaro.

6.     También Isaac tuvo que comprar cerca de Siquem una parcela para plantar sus tiendas (Gen 33, 18-20).

7.     Todas las propiedades inmobiliarias tuvieron que ser compradas. 

8.     Sólo el ganado pertenecía a los Patriarcas y también el uso de los pastos.

9.     En momentos de escasez tenían que recurrir a los países de refugio, en la llanura de la Sefelá o en Egipto. 

Resulta, pues, evidente, la sensación de complementariedad y colaboración imprescindibles.

4. El planteamiento político que se desprende de los relatos patriarcales es irreal y enrarecido: 

1.     Las autoridades políticas del país están siempre ausentes o son representadas por personajes ficticios, como el Siquem de Siquem, o ‘sospechosos’ en su propia ‘mitología’, como el Melquisedec de Jerusalén. 

2.     El país da la impresión de estar bastante vacío por dos razones: por la incapacidad de los autores de representar en términos concretos y realistas un estatus político de la Edad del Bronce Medio, época del proceso de urbanización de Palestina, y por la influencia del modelo presente y real en el que vivía el redactor. 

3.     Se presenta un territorio demográficamente enrarecido, con la presencia de un nomadismo “de retorno” y políticamente dependiente del emperador lejano, que no podía desempeñar ningún papel en el relato.

La impronta de los repatriados está presente, sobre todo en el concepto de la ‘promesa’. Nótese que la promesa divina se refiere sobre todo a la multiplicación de la descendencia futura, con la preocupación por la adecuación numérica necesaria para ocupar con éxito una tierra prometida por Dios o por el emperador persa, pero ocupada por otros  (Gen 26, 3-5; cfr. también 12, 2; 15, 5; 17, 6; 18, 17-19; 22, 16-18).

5. También el viaje arquetipo de Abraham desde Ur de los caldeos hasta Jarrán y Palestina refleja el episodio del regreso de los ex-cautivos y el punto de vista de los repatriados. La venida de Abraham representa una especie de mensaje promocional para los que quieren volver de Caldea a Palestina y para afrontar, en este país, los problemas relacionados con la convivencia con otros pueblos y con la intención de crear un espacio económico y político propio.

Pero, en todo ello, subsiste la impresión de que 

1.     Las historias patriarcales, especialmente las abrahámicas, conservan muchas huellas del ámbito de los residentes y que no siempre resulta compatible con las posturas de los re- patriados.

2.     Al exterminio total de “los otros” hay quien opone la objeción de que no es justo exterminar a quien no ha hecho nunca nada malo (Gen 20, 4). 

3.     La objeción es silenciada con la respuesta de que entre los extranjeros no hay inocentes, pero queda al menos la huella del debate. 

4.     Agar, la esposa egipcia de Abraham (Gen 16, 3), no conlleva ninguna censura al patriarca.

5.     El viaje de Abraham y Lot (Gen 12, 4), sus reiteradas intervenciones en la expedición de los reyes de oriente (Gen 14), y en la destrucción de Sodoma (Gen 18-19) crean muchos interrogantes.

6.     Las relaciones de familia que mantenían los antepasados de hebreos y arameos, árabes y edomitas, ammonitas y moabitas eran reales pero difíciles de usar.

7.     El papel de la descendencia de Abraham como receptora de una bendición divina que se extiende a todos los pueblos de la tierra, fue un punto importante.

El mundo patriarcal, situado de algún modo fuera del tiempo por la tipología de las historias que lo representan, es expuesto, sin embargo, en una narración continua, está encuadrado en una secuencia genealógica, y sobre todo es concebido como una pieza esencial de una historia, dentro del esquema de promesa y cumplimiento, funcional para la fundación ideológica del Israel/Judío del retorno de Babilonia.

6. Pero esa narración continua, esa interpretación orgánica de historias tradicionales, ¿de cuándo data? ¿Quién las usó? ¿Para qué servían?

1.     Los profetas y sus textos, anteriores a la cautividad, no conocen a Abraham y en general utilizan el término ‘padres’ para designar a la “generación del Éxodo”.

2.     Los profetas y sus textos, anteriores a la cautividad, conocen, en cambio, sobre todo a Jacob y evidentemente a José, cuando se refieren al reino del norte y a las tradiciones que habían confluido en él (Os 12, 3; 7, 13-15). 

3.     Amós conoce también a Isaac (7, 9.16) y a José (5, 6.15; 6, 6), pero siempre cuando se refieren al reino del norte.

4.     Jeremías conoce a Raquel (madre de Efraím y Manasés), que llora y no quiere ser consolada (31, 15).

5.     Ezequiel (20, 5) al comienzo de su repaso histórico de las infidelidades de Israel, empieza por el juramento divino de hacer salir de Egipto a la casa de Jacob, e ignora los pactos anteriores, de la época patriarcal. 

6.     Precisamente en tiempos de Ezequiel comienzan las alusiones cada vez más frecuentes de los profetas a los patriarcas, empezando por Abraham.

7.     En la óptica de la diáspora, Jeremías (30, 10; 46, 27-28) ve a Jacob vivir tranquilo, de regreso de unas “tierras lejanas” que Yahweh le ha dado.

8.     El Deutero Isaías (41, 8; 44, 21) lo hace volver “de los confines de la tierra”.

9.     Miqueas (7, 20) y de nuevo el Deutero Isaías (29, 22; 41, 8) conocen a la pareja Abraham-Jacob.

10.  Jeremías (33, 26) conoce la secuencia Abraham-Isaac-Jacob.

11.  Un pasaje tardío de Isaías, cuando ya se ha producido el retorno, parece aludir a las disputas entre repatriados y residentes, cuando el profeta se lamenta (3 Is 63, 16) de que “Abraham no nos conoce ni Israel nos reconoce”.

12.  Se multiplican las cites de Abraham en los profetas de la cautividad y va cogiendo forma, por obra de la historiografía deuteronomista, con su insistencia en el pacto, el relato continuado de sus gestas. 

13.  Esta elaboración asume su manifestación más completa con el redactor sacerdotal del Pentateuco, al que se debe la composición de las sagas patriarcales en la forma en que ha legado hasta nosotros, salvo los añadidos ocasionales más tardíos. 

14.  En una época bastante posterior a la cautividad, la fortuna de los patriarcas empieza a declinar y no se hace mención alguna a ellos ni en Esdras, ni en Nehemías ni en las Crónicas, cuando ya predomina una actitud dura respecto a los residentes y a los extranjeros. 

15.  La elaboración de las sagas patriarcales es, por tanto, bastante tardía, pero la esencia de sus informaciones deriva de una ambientación y unos evidentes orígenes palestinos.

7. Abraham es, en origen, el epónimo de una tribu de Banu-Raham atestiguada en la Palestina central en el siglo XII, desaparecida luego en cuanto tribu, pero que permaneció en las genealogías tribales. Su radio de acción corresponde a itinerarios de la trashumancia pastoral.  Similar es la ambientación de Isaac. Jacob tiene su campamento-base meridional en Berseba, en el norte sus puntos de referencia son Bétel y Siquem, pero también Sucot y Panuel / Fanuel al otro lado del Jordán. Los lugares están marcados por símbolos llenos de significado del culto pastoral.

Las historias guardan una insistente relación etiológica con las particularidades del paisaje, que ellas mismas se encargan de explicar. Tal es el caso sobre todo del paisaje hiperárido y salinizado de la llanura de Sodoma y Gomorra, y más concretamente el de las estatuas de sal Gen 19, 26) y el de los pozos de betún próximos al mar Muerto (Gen 14, 10), pero también el de los siete pozos de Berseba (Gen 21, 30-31), y el de todas las particularidades topográficas de los lugares de culto pastoral citados. Las historias son, por tanto, indudablemente de origen palestino, y bastante tradicionales, cabría decir sin fecha, y desde luego no guardan una relación específica con la migración de los desterrados, a la que, sin embargo, hace una referencia más que evidente (e intencionadamente justificativa) el itinerario inicial desde Ur de los caldeos hasta Siquem pasando por Jarrán.

La procedencia extrapalestina de los Patriarcas, aparte de prefigurar el retorno de los desterrados, constituye, sobre todo, la base de la cuestión de los matrimonios entre primos cruzados, en los que el marido reside en Palestina y la mujer en la Alta Mesopotamia, pero entre sus vástagos sigue viva la idea de un origen común y de una relación de connubio preferente, cuando no exclusivo. 

Referida a la situación posterior a la cautividad y a las relaciones entre repatriados y residentes, la historia suministra una enseñanza bastante clara. Bajo la aparente directriz normativa de carácter exclusivista, se oculta en realidad una clara invitación a dar preferencia al matrimonio entre repatriados y residentes, con tal de que éstos sean también yahwehístas y tengan su misma ascendencia. Por el contrario, los matrimonios de Esaú con mujeres hititas y árabes son valorados negativamente, aunque no sean objeto de censura abierta.

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