JULIANA DE CORNILION, CANONESA REGULAR DE SAN SGUSTÍN, FUE LA ‘INVENTORA’ DE LA SOLEMNIDAD DEL CORPUS

  1. Sants Juliana nació en Retinne en 1191, y fue la segunda hija de los nobles Enrique y Fraisend, cristianos piadosos y caritativos. Tenía la pequeña Juliana 6 años, y su hermana 7, cuando sus padres murieron en una epidemia. Las dos niñas fueron internadas en el monasterio de lis canónigos Regulares Premonstratenses de Mont-Cornillon,
  2. Doble comunidad, masculina y fenanina, con superiores pròpies. La abadesa, temiendo por la salud de las niñas en el ambiente cerrado y austero del monasterio, las envió a Amescoeur, una granja comendataria del monasterio, a cargo de una Hermana llamada Sapiencia. Las granjas y sus recintos religiosos formaban parte de los monasterios y tenían sus estatutos propios, pero su libertad de acción estaba limitada por la obediencia al monasterio “madre”.
  3. Juliana se crió entre la piedad y el trabajo, y cada día se interesaba más en la vida religiosa. A los 14 años y siendo la Hermana Sapiencia la abadesa de Mont Cornillon, Juliana pidió el velo canonical en el monasterio y se le concedió. Antes, entregó una parte de sus propiedades heredadas al monasterio y otra parte a los pobres. Sobre este monasterio han inventado que era fe los mendicantes augustinos, pero, la Orden ‘agustina’ como tal aún no había nacido.
  4. No era un recinto de rigurosa clausura, como suelen ser ahora, sino que compartía edificio con una leprosería donde las canonesas trabajaban como enfermeras atendiendo a las mujeres. Así, Juliana pasó de la placidez de la granja a la realidad del mundo sufriente de los leprosos y de la muerte.
  5. Juliana aprendió latin y francés.
    Leís sobre todo a San Agustín. En 1208, siendo aún novicia, en oración tiene una visión que no entendió: la luna brillante, pero con una mancha oscura como un anillo. Su abadesa no le hizo caso alguno En 1210 se repitió la experiencia u aclaró el significado: la luna representaba a la Iglesia militante, con sus celebraciones. Pero, faltaba una celebración gozosa del don de la Real Presencia de Jesucristo en la Eucaristía. Y esta falta era la mancha. La abadesa le hizo poco caso.
  6. En 1225 murió la querida abadesa, Sapiencia. Juliana fue elegida abadesa. Durante cinco años se dedicó a la reparación y ampliación del hospital y la iglesia, a la formación de las nuevas canonesas. En 1230, Juliana decidió consultar a la Beata Eva, una reclusa que vivía emparedada junto a la iglesia de San Martín y con la que tenía amistad, sobre la oportunidad de promover una nueva fiesta en la Iglesia. Eva solo dijo por toda respuesta sobre la oportunidad de una nueva fiesta: “Orad a Dios para que él vivifique en mí el mismo fuego de amor por el Sacramento que consume tu corazón”. En la musma épica, Juliana recibió a la Beata Isabel de Huy una mujer espiritual, a la que confió su visión e intención sobre la fiesta. Esta, espiritual, pero práctica, le respondió: “¿Por qué celebrar una fiesta especial para conmemorar una institución que todos los días recordamos los cristianos en el Santo Sacrificio de la Misa?”. Con esta respuesta Juliana quedó confusa y decidió confiarse al mismo Sacramento al que tanto amaba.
  7. Pero, sin embargo, al año siguiente Isabel tuvo una visión en la cual veía a los santos implorar a Dios Padre que interviniera en la Iglesia para que tal fiesta del Sacramento Sacramento fuera real. Y desde este día Isabel y Juliana fueron una en el mismo propósito. Juliana consultó el canónigo Juan de Lausana sobre su visión y el asunto. Este lo consultó con el dominico Hugo de San Caro, con el obispo de Cambrai y con la Universidad de París. La opinión de todos fue que una fiesta así no sería contraria a la doctrina católica, e incluso serviría para mover a devoción al pueblo al Santísimo Sacramento.
  8. Juliana, pidió a esos mismos que compusieran un Oficio Litúrgico para la festividad, pero todos lo rechazaron por ser demasiado atrevido, sin el consentimiento papal. Entonces Juliana y un hermano legi del monasterio se pusieron a escribir el Oficio de Corpus. Parte del clero se opuso, y enseguida comenzaron las burlas entre los religiosos y el pueblo. Visionaria, exaltada, “curesa”. El abad, Roger, aprovechó la ocasión para intrigar contra Juliana, la cual como superiora administraba los recursos del hospital, que era propiedad de la ciudad. Comenzó por correr el rumor de que los recursos del hospital irían ahora destinados a la novedad de la fiesta. Él mismo se presentó como el mejor preparado para asumir las finanzas del hospital. Varios exaltados que fueron contra el hospital, violentando las puertas reclamando por la claridad de las cuentas y amenazando a Juliana.
  9. Pero esta, advertida, había huido a San Martín y refugiádose con la reclusa Eva. Entre tanto el obispo organizó una investigación para aclarar la verdad, mientras Juliana permanecería en San Martín y el abad fue destinado al leprosorio de Huy. Finalmente se comprobó la claridad de las cuentas, lo infundado de las acusaciones y Juliana pudo volver a su monasterio y a su oficio abacial. Pero no volvió a hablar del asunto de la fiesta del Sacramento Sacramento.
  10. En 1246 murió el obispo, luego de leer el oficio de la nueva festividad y recomendar a sus canónigos y sacerdotes, en un Sínodo, que la celebraran en la diócesis. Pero nadie hizo caso de su recomendación. Sin embargo, el capítulo de canónigos de San Martín, influenciados por el prestigio de santidad de la Beata Eva, decidió celebrar la fiesta del Sacramento, el jueves siguiente a la Octava de Pentecostés. Así, el 12 de junio de 1247 se celebró la primera festividad de Corpus Christi. Se eligió un jueves, día que recuerda la Institución de la Eucaristía, y luego del tiempo “fuerte” de la Pascua y Pentecostés.
  11. Al año siguiente tomó posesión el obispo Enrique de Guelder, y los enemigos de Juliana pensaron era buen momento para que regresara el antiguo abad. Pero, para esto era necesaria la autorización de Juliana, la cual se negó rotundamente. Por ello, sus opositores nuevamente se conjuraron contra ella, y especialmente algunas canonesas, y Juliana tuvo que esconderse junto a otras religiosas en el convento de Robertmont. Luego fueron al monasterio de Val-Benoit. Pero de ahí la echaron. Y así, fuerln, de un sitio a otro, hasta acogida en Namur. Allí le llegó el consuelo y apoyo de Hugo de San Caro, a la sazón cardenal de Santa Sabina. Se hallaba en Lieja como legado papal de Inocencio IV. Oyó a la ciudad contra Juliana, desestimó las acusaciones como falsas, hizo la paz y con su poder de legacía, aprobó el Oficio Litúrgico y la institución de la Solemnidad del Corpus. Anunció que él mismo la celebraría en la iglesia de San Martín.
  12. Entretanto, la abadesa de Salzinne había levantado pleito a favor de Juliana contra el monasterio de Mont Cornillon, pues si este había sido enriquecido por las posesiones de Juliana, ya que la habían expulsado, el monasterio o la ciudad deberían pagarle una renta vitalicia. El pleito fue ganado por Juliana, que pudo vivir más holgadamente junto a tres religiosas fieles: Isabel, Inés y Odilia. Pero más alegría le dio cuando en 1251 el nuncio apostólico en Maastricht visitó Lieja y confirmó la celebración del Corpus. Ese año se celebró solemnemente, pero ya al año siguiente solo los canónigos de San Martín la celebraron, y así fue durante años.
  13. En 1256, Enrique II de Luxemburgo entró en Namur, sitiando la ciudadela. Durante los dos años que duró el asedio, el país fue asolado y la abadía de Salzinne fue quemada. La abadesa y Juliana, habían encontrado refugio en Fosses, donde esta última cayó enferma. Juliana falleció el 5 de abril de 1258, llevándose un secreto que el Señor le había revelado, pero que se negó a decir a nadie por desconfianza con las monjas. Ni lo redactó bajo notario, pues tampoco se confió del que le presentaron. Fue sepultada en Fosses, y sus reliquias se trasladaron a Portugal en 1565. De allí las llevó a París Antonio I de Portugal cuando fue exiliado. Su hijo Emanuel de Portugal las llevó consigo a su capilla privada en Bruselas, aunque en 1626 las donó a la iglesia del Salvador de Amberes. En 1746 los canónigos de San Martín en Lieja lograron les cedieran una porción de las reliquias de su amada “madre”. Y otras reliquias se repartieron en otras iglesias. Fue canonizada, por Pío IX, en 1869.
  14. En cuanto a la fiesta del Corpus, cuando Santiago Pantaleón, amigo de la Beata Eva, fue elegido papa como Urbano IV en 1261, retomó el asunto, releyó la redacción primitiva de Juan de Lausana y en el 11 de agosto de 1264 autorizó la celebración del Corpus Christi, encomendando a Santo Tomás de Aquino la composición de un nuevo Oficio Litúrgico para toda la Iglesia. Hay que decir que el Doctor Angélico no redactó las antífonas para el Benedictus y Magnificat, ni los Himnos de Prima, Tercia, Sexta y Nona, sino que se usaron los compuestos por el humilde Hermano Juan, revisados por Santa Juliana. Lamentablemente estos textos no se conservan. En 1311 el Concilio de Vienne ratificó la bula de Urbano IV, mandando fuera celebrada por toda la Iglesia, pues algunas aún ponían resistencia. En el mismo Concilio, Clemente V dió las normas para regular el cortejo procesional en el interior de los templos. En el año 1316, Juan XXII introdujo la Octava con exposición del Santísimo Sacramento. Pero el gran espaldarazo vendrá dado por el papa Nicolás V, cuando en la festividad del Corpus Christi del año 1447, salió procesionalmente con el Santísimo Sacramento, por las calles de Roma.

8 de junio de 2023

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