6. EL ISRAEL JUDÍO RETORNADO DEL CAUTIVERIO Y LAS “NACIONES” CIRCUNDANTES

1. La tierra de Canaán, situada al suroeste del llamado creciente fértil, fue desde la antigüedad tierra de tránsito y punto intermedio entre las florecientes civilizaciones del río Tigris y el Éufrates, por un lado, y el valle del Nilo por el otro. La región estuvo dividida en pequeñas ciudades-estado o reinos locales independientes, como Moab, Edom, Judá, Israel, Aram o Fenicia, que hubieron de hacer frente a las sucesivas invasiones tanto de los imperios limítrofes  de Egipto, de Asiria y de Babilonia, como de las  entidades nómadas arábigos y de los filisteos.

En este intrincado panorama de historias de una especie de “Reinos de Taifa” tradicionales, a parece el ‘retorno’ a Palestina de los israelitas/judíos después de la cautividad babilónica. Todo lo cual será revisado por el Israel/Judío con lecturas posteriores a la cautividad del texto bíblico y con la creación del texto nuevo. Es así como aparecen los relatos que pretenden justificar las relaciones existentes de los que volvieron de Babilonia con sus pueblos vecinos de acuerdo con el relato de la epopeya del retorno como aparece en los libros de Esdras, Nehemías y de las Crónicas y en las revisiones de la literatura bíblica deuteronómica y en la revisión sacerdotal post-etílica de casi todo.

2. Y no se trata aquí de los pueblos imaginarios e imaginados con los cuales la historiografía de la conquista poblará, para exterminarlos inmediatamente, el “país vacío” en teoría dado en posesión a las doce tribus. Se trata, por el contrario, de los pueblos que efectivamente disputaban a los israelitas/judíos repatriados la posesión de la Palestina, en los siglos V-IV.

3. Con los edomitas existe una hermandad estrecha, ya que son hermanos, primero, por Abraham y por Lot y luego por Jacob y por Esaú. Pero también representan la delimitación, precisa como no lo es en ningún otro caso, de los respectivos territorios: 

1.     A los edomitas corresponde la Arabá y todo lo que queda al sur de ella.

2.     A los israelitas corresponde Cisjordania (Gen 13, 33). 

3.     Además, a Israel le corresponde una posición de dominio, mitigada, en el futuro, por el gran crecimiento de los edomitas (Gen 27, 39-40).

4.     El regreso ‘proverbial’ de Jacob desde Mesopotamia y su encuentro con Esaú se produce en un clima de perfecta inteligencia y buena amistad, con gran respeto de Jacob respecto a Esaú.

5.     Jacob, al regresar de tierras lejanas, debe encontrar su lugar en un país que pertenece a Esaú por “haberse quedado”. 

No pueden dejar de tenerse en cuenta estos concretos parámetros ante la infiltración de los edomitas al oeste de la Arabá, que tuvo lugar en tiempos de la cautividad, para consolidarse después definitivamente y a la luz de las preocupaciones de los repatriados por el tipo de acogida que podían dárseles. La mezcla de dura rivalidad y de fuerte semejanza se reafirmará de nuevo en épocas posteriores, con la adopción del yahwehísmo por parte de los edomitas y con una concurrencia de destinos políticos, y hasta de gobiernos, absolutamente peculiares. Pero los últimos y algo anacrónicos ‘oráculos’ contra las naciones serán contra los edomitas, cfr. el Libro de Abdías.

4. Con los arameos, representados por Labán, hay relaciones estrechas de ascendencia y de matrimonios comunes. La frontera marcada en Galaad, entre Masfa y Majanaim (Gen 32, 45-33, 3) no eran eco de las sangrientas luchas de las guerras entre Israel y Damasco. Ahora y extrañamente el territorio arameo parece más bien un territorio vacío y sin reinos locales. Los ‘arameos’ de los Patriarcas ya no son el Damasco bélico y temible. Son tribus lejanas, situadas en la alta Mesopotamia, con las que hay buenas y pacíficas relaciones.

5. Las relaciones con los ‘árabes’ son fundacionales en la historia de Ismael, hijo, o mejor dicho primogénito de Abraham, pero de la esclava Agar. Se le reconoce una estrecha común autoidentificación: 

1.     Ismael es, después de Abraham, el primero ser circuncidado. También están cireuncidados sus descendientes. La circuncisión es para el autor del relato (Gen 17, 11-14.26) la única señal que Yahweh exige a sus fieles.

2.     Pero los descendientes de Ismael deben situarse fuera, es decir, en el desierto. Hermanos siempre y cuando se sitúen en otro sitio. Son muy números, por razón la promesa (Gen 21, 18), análoga a la de los israelitas. 

3.     Hay aquí un eco de la expansión árabe de los siglos VI-IV, de su emplazamiento en el desierto y del interés permanente de las buenas relaciones con ellos.

6. Distinto es el caso de los moabitas y de los ammonitas, cuyo mito de origen (Gen 19, 30-38) hace de ellos el fruto de una relación incestuosa, de las hijas de Lot con su padre. Descalificados, son excluidos de la comunidad cultual y de la nacionalidad. Ammón y Moab habían disputado siempre el territorio transjordano. Con todo, es importante el papel de oposición desempeñado por los ammonitas frente a los repatriados y, especialmente, a su proyecto de reconstrucción del templo y las murallas de Jerusalén. 

7. Por la parte occidental, están las ciudades de la llanura del litoral filisteo, representadas por Guerar. Esta frontera se deja abierta y se caracteriza por una complementariedad ambiental y económica casi permanente y constante. Las referencias simbólicas son 

1.     La disputa entre Isaac y Abimelec por el uso de los pozos del Negev occidental (Gen 26, 15- 22; 21, 25-30)

2.     Las relaciones entre los Patriarcas y el rey de Guerar, según el esquema novelístico de la esposa-hermana, aplicado primero a Abraham y Sara (Gen 20) y luego a Isaac y Rebeca (26, 1-11). 

Pero el resultado es una alianza de la tribu patriarcal y la ciudad estado filistea, que permite al elemento israelita/judío utilizar los terrenos de pasto de la Sefelá y gozar de garantías frente a cualquier tipo de invasión o de atentados.

Jaume González-Agàpito

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