EL FRACASO DEL CRISTIANISMO EN OCCIDENTE. 1. UNA ESPERANZA INCOMPLETA: EL VATICANO II EN LA HISTÒRIA DE LA IGLESIA DE OCCIDENTE

  1. Estamos hartos, los católicos, de oír las lamentelas de nuestros pastores. Más hartos todavía de los lamentos elegíacos de tantos hombres y mujeres que, en su desencanto, temen por la continuidad de la ‘cristiandad’ en occidente. Ha muerto hoy la gran multitud de profetas a los que nos acostumbró el Concilio Vaticano II. Los profetas del último tercio del siglo XX. Han muerto aquejados de vaticanosegundismo. Hoy algunos dudan de la eficacia de aquel Concilio General. Otros de su acertada aplicación. Otros de su adecuación a la ortodoxia o a la tradición de la Iglesia. Aún otros de su adecuación a la realidad de hoy. Muchos hoy lo reivindican como segundo Trento. Casi siempre son los que en su preparación, en su celebración y en su inmediata aplicación lo combatieron inmisericordemente y sus discípulos.
  2. Consecuentemente unos querrían revisarlo. Otros revisar su actualización y aplicación. Otros enmendarlo. Otros, más radicales, convocar el Vaticano III, o el New York I. Los neoconvertidos a él, han hecho de su letra su particular Torah intocable, a veces negando paladinamente su espíritu y su voluntad de reforma.
  3. Si somos rigurosos, sin embargo, debemos afirmar que el mal viene de más lejos. Viene de una fractura que se produjo en el cristianismo hace muchos siglos. Especialmente intensa y extensa en el segundo milenio.
  4. A nadie escapa la fuerte contradicción surgida en el seno del cristianismo con respecto a la expectación escatológica, especialmente al constatar que se retardaba la parusía. La Primera Epístola de Pablo a los Tesalonisenses comparada con las Cartas Pastorales, es un testigo de ello. La mismo sucede al comparar el Evangelio según Marcos y el Evangelio según Mateo, con el Evangelio según Lucas. O bien la disciplina penitencial neotestamentària con la que propone El Pastor de Hermas.
  5. Evidentemente el retraso de la Parusía hizo que los cristianos pensasen en el ordenamiento de las cosas materiales a las que convidaba a renunciar Pablo en su Primera Epístola a los Corintios. En la época postapostólica se piensa en fijar el canon bíblico, en reglamentar la vida de los cristianos en la Iglesia y en hacer la apología del cristianismo. La consecuencia fue la teología cristiana y el derecho canónico, después de los alegatos de Pablo contra la ciencia humana y la superación de una ordenación extrínseca mediante la Ley.
  6. Los Padres de la Iglesia, la tolerancia del cristianismo con Constantino y su imposición como religión de estado por Teodosio I, hicieron el resto. Pese a la mala fama que Jean Danièlou creó a “la iglesia constantiniana”, la época patrística, época también de los grandes concilios ecuménicos, forjó un existencial cristiano que quedó como normativo durante mucho tiempo y creó una tipología eclesial que perduró con todos sus altibajos durante el primer milenio incluso en el occidente latino.
  7. Sin embargo, pulatinamente y bajo la presión de los abatares históriocs y en la lógica de una concepción fuertemente jurídica, asistimos a cierta contaminación de la potestad sagrada (eclesiástica) por la dinámica del poder, más precisamente del poder imperial, que, desde la coronación de Carlomagno, es concebido como dependiente del poder pontificio. Afirmación que se basa en una cantidad impresionante de fraudes (la falsa “donación de Constantino”, las falsas decretales, etc.) que el papado usó con total ‘inocencia’. La Roma apostólica parece haber sustituido a la antigua Roma imperial: el obispo de Roma es el Pοntifex Maximus, como lo era el emperador.

Jaume González-Agàpito

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