EL ISLAM

    1. Mil seiscientos millones de musulmanes, en todo el mundo, se someten al Dios único, le rezan y se conforman absolutamente al gran designio que Allah tiene sobre ellos. Algunos decenios atrás todo ello sonaba a algo exótico y del exclusivo interés de algún especialista y de los que vivíamos en países islámicos. Hoy, sin embargo, el panorama ha mudado considerablemente. Es aquí, en “nuestra casa”, donde se ha afincado también la “casa del Islam”. Es por ello, y no sólo por un interés de gabinete, que nos ha parecido oportuno, prestar unas notas sobre la religión de los musulmanes.

    2. La profesión de fe islámica insiste en la unicidad y unidad de Dios (Allah):

“¡En nombre del Dios Único, Allah,

el Compasivo por excelencia,

el muy Misericordioso!

Di: ‘¡Él es Allah, Dios, el Único!

¡Él es Allah, el Fundamento, Él es Eterno!

¡Él no ha engendrado y no es engendrado!

¡Nadie hay que se le asemeje!

¡Él no tiene doble, Él no tiene igual!’ ”.

El Corán, sura 112, Al-Ikhlás, 1-4.

La palabra árabe “Islam” significa el sometimiento a Dios por parte del creyente. Es este vocablo el que indica la quinta esencia de la religión coránica, el que le ha dado el nombre. El Islam, se basa en el sometimiento de los fieles a las directrices reveladas por Allah. Los «sometidos» (musulmanes) forman una comunidad, umma, en la cual todos son, en principio, iguales y, en ella, han de ser solidarios los unos con los otros. Esta comunidad no es únicamente espiritual, sino que tiene entidad política propia y acorde con los dictados de Allah. Eso, precisamente, la distinguirá, también en su entidad jurídica, social y política, de los demás pueblos «infieles». Esa coextensión y completa asimilación entre lo secular y lo islámico da como resultado una sociedad muy caracterizada. El «guía» religioso, será también su caudillo político. 

Para los musulmanes, esa ‘sumisión’ total, personal y social, es la única manera de dar una salida positiva y tangible a todos los enigmas de la existencia humana. Ella es también la clave para interpretar los grandes interrogantes de la vida personal del ser humano, de la sociedad en la cual vive y del cosmos que lo engloba. El Islam no es, pues, únicamente la encarnación de un conjunto de principios doctrinales, la codificación de unos preceptos ético-morales y la plasmación de las rúbricas de un culto determinado, es también, y sobre todo, la propuesta de las normas necesarias para la vida personal y familiar del individuo y para la orientación ética de la sociedad, en una determinada cosmovisión.

3. Hoy el Islam está ahí, a nuestro alcance. Muchas preguntas aparecen en nuestra mente, conforme vamos conociendo su entidad y especificidad: ¿El Islam es una religión tolerante, intolerante o la más intolerante de todas las religiones? ¿Existen incoherencias y paradojas en las doctrinas de los «doctores de la fe musulmana» de las que ellos son perfectamente conscientes? ¿Los versículos del Corán que prohíben a los musulmanes discutir de religión con los no musulmanes, favorecen o impiden el diálogo interreligioso? ¿El Corán es una obra totalmente original o es una mala adaptación de la Torah y del Antiguo y Nuevo Testamentos cristianos? ¿Se trata de un libro de alto valor espiritual y místico o se trata de un conglomerado confuso y simplista en el cual los textos antiguos se mezclan con una exposición de las costumbres atávicas de las tribus beduinas en el seno de las cuales nació en la península arábiga en el siglo VII? ¿Algunas suras, como por ejemplo la 111 (Abou-Lahab) que es una llamada a hacer desaparecer mediante la extinción física el clan Abou-Lahab, tienen un sentido alegórico, místico o esotérico, o son más bien el reflejo directo de las luchas y rivalidades intestinas que existían entre las tribus en aquel desierto y en aquella época?

Vamos a intentar responder a algunas o a todas estas preguntas. Pero empezaremos por ver de descubrir, a nuestra mentalidad occidental, esta importante religión y a ver la entidad de ella y su incidencia en los «países islámicos», en el occidente postmoderno y el los llamados «países del tercer mundo».

Jaume González-Agàpito

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