BLAISE PASCAL

  1. Blaise Pascal (1623-1662), fue un buen matemático, un físico excelente, un filósofo genial, un teólogo por intuïción y un mistico radical. Todo ello lo hizo el portavoz del movimiento de Port-Royal y el célebre controlador y acusador de los jesuïtes como autor de las Cartas provinciales. Pascal, buen discípulo de Descartes, se enfrenta a la duda existencial más que a la duda metódica. Él buscó, con todo su ser, la verdad, La verdad fundamental, es decir, la verdad cristiana: “Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob, Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucrist, no el Dios de los filósofos y de los sabies”, dice el papel que escribió el día de su ‘conversión’ del año 1634.
  2. Però la duda le ha preocupado aún más que a Descartes. Le perseguirá toda su vida, de forma que muchos han creído ver en Pascal simplemente a un escéptico. Ciertamente no lo ha sido. Afirmar lo contrario es desenfocar la realidad. Pascal fue un espíritu eminentemente existencial, que lo vivió todo con profunda y siempre nueva intensidad, y así luchó por la verdad ininterrumpidamente. En su primera época, hasta cerca de los 23 años, se mueve en el círculo de amigos de Descartes; y de la razón y del ideal de una ciencia de corte matemático aplicable a todos los terrenos. Luego comprende las limitaciones de tal método, en esto más avisado que Descartes, y pone en juego tres factores que desestimó o ignoró del todo Descartes, y cuya significación valoramos de un modo muy especial, a saber: lo singular, el individuo y la fe.
  3. Al principio de los Pensées (en el orden que les da Léon Brunschvicg) aparece aquella célebre distinción entre “espíritu matemático” y “esprit de finesse“, donde aparece lo que delata lo más característico de Pascal. El “espíritu de finura” no necesita reflexionar mucho sobre principios abstractos, sino tan solo tener una visión certera para la concreta realidad.
  4. En el contacto con lo singular y concreto, surge para Pascal lo que él llama fe, corazón, sentimiento, instinto; cosas que cayeron tan lejos del interés y atención de Descartes. Para Pascal todo esto es una forma del conocer, en igual línea de valor que el entendimiento, si no superior a él, pues los principios son cosa del corazón. La realidad es igualmente un principio sentido. Ningún argumento de ningún escéptico logra establecer algo contra estos principios. Buen matemático, Pascal conoce bien los méritos del pensar racionalista y no quiere privarse de él. Pero sabe también el valor y la necesidad de la fe. Ante todo, para él la fe es camino del corazón, camino hacia Dios, más aún, el único camino hacia Dios.
  5. El hombre existencial, el que contempla coherente Pascal, se encuentra siempre solo en su decisión personal; a solas tiene que responder de sí, arriesgarse y creer; y esto incluso cuando tope en su camino con el mundo, con otro hombre o con Dios, pues la inmediata intuición de los hechos, el sentir y el presentir, son incumbencias irrepetibles del individuo, rebeldes a todo esquema intemporal e indiferente, negadas a una deducción silogística o matemática. Pascal apela también a la soledad del individuo. No quiere que nadie se adhiera a él con crédula entrega, abandonándole su pensamiento y responsabilidad. “No es justo que alguien se me adhiera, aunque lo haga gustosa y voluntariamente. Engañaría a aquellos en quienes yo despertara ese deseo; pues no soy el fin de nadie y no tengo con qué satisfacerles. Es que no puedo morir en cualquier momento? Y de este modo, por tanto, morirá el objeto de su adhesión”.

Jaume González-Agàpito

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