HISTORIA CRÍTICA DE LA CRÍTICA HISTÓRICA DE LOS ORÍGENES DEL CRISTIANISMO. LOS DEÍSTAS EUROPEOS: VOLTAIRE Y REIMARUS

1. Si, por una parte los deístas aparecen como los precursores del protestantismo liberal, por otra preparan el camino de la llamada “crítica pura” con las audacias straussianas, con la crítica de los milagros evangélicos realizada por Thomas Woolston (Discourses on the miracles of our Saviour 1727-1730), donde se afirma la interpretación alegórica ya que se considera absurda la literal. Se realiza la crítica de los relatos de la resurrección de Cristo en la obra de Woolston que acabo de citar y en otra de Morgan: The Resurrection of Jesu by a Moral Philosopher (1744), donde se niega la predicción, por parte de Jesús, de su propia resurrección, y en la de Peter Annet, The Resurrection of Jesus, 1744, (aparecida como obra anónima) que formula la tesis de la muerte aparente.

2. Más moderación mostró hacia los milagros evangélicos Coniers Middleton en A Free Inquiry into the miraculous Powers, publicada en 1749, pero llevó, no únicamente la cuestión de los milagros, sino toda la comprensión del cristianismo primitivo al terreno histórico-comparativo, al confrontar el cristianismo primitivo con el judaísmo, el paganismo y las sectas modernas anticipándose un siglo y medio a las teorías posteriores.

​Tampoco faltaron los intentos críticos en relación con los libros en particular del Nuevo testamento y el canon bíblico, en su origen, su composición y su datación: Annet impugnó la autenticidad de las epístolas paulinas, Toland, en Amyntor (1698), puso en tela de juicio el criterio de la canonicidad de los libros, tratando de la misma forma los libros canónicos y los apócrifos neotestamentarios. Chubb sostuvo que faltaba la prueba de que el Nuevo Testamento perteneciera a los primeros tiempos de la Iglesia y de que los primeros cristianos distinguieran los Evangelios genuinos de los apócrifos.

3. La riqueza y la variedad hubo en los intentos críticos de la época se puede constatar en Voltaire, que recogió y publicitó la mayoría de ellos en sus muchos de sus escritos, desarrollándo y multiplicándo algunas veces el contenido original bebido en Londres. Además de las acostumbradas observaciones sobre las genealogías davídicas, sobre los milagros, sobre las discordancias entre los evangelistas, Voltaire alude a la crítica de las fuentes: dudas sobre la autenticidad apostólica de los escritos neotestamentarios, incluso de las epístolas paulinas; sobre la posteridad de los Evangelios a la caída de Jerusalén. Voltaire apunta a la varidad de tendencia en la Judea israelita, dividida en una multiplicidad de sectas, al principio de la era cristiana. Intenta una reconstrucción de la obra y de la figura de Jesús: habría sido el jefe de una nueva secta judía contrapuesta a las otras; no habría intentado jamás fundar una nueva religión o una iglesia con dogmas y sacramentos. Apunta a una historia del dogma de la divinidad de Cristo, “Hijo de Dios”, pero interpreta â€˜judaicamente’ el  Concilio de Nicea. Afirma el carácter judaico de la primera comunidad cristiana. Subralla la importancia del elemento escatológico en el cristianismo primitivo y su perfecto acuerdo con las creencias ampliamente difundidas en el mundo pagano de entonces. Alude, diversas veces, a la creencia en la resurrección de Jesús y a su “descensus ad inferos” y los compara con los mitos paganos contemporáneos. Afirma la importancia del monoteísmo de los â€˜misterios’ para la difusión del cristianismo. 

4. Pero en Voltaire faltan por completo un tratamiento sistemático y una concepción orgánica sobre el cristianismo en sus orígenes. Se trata más bien de un continuo y deciochesco ‘elegante’ disparoconstante de pullas polémicas. La afirmaciones justas, discutibles y erróneas se entrelazan anárquicamente quedando casi siempre anivel de enunciados dogmáticos o de boutades más o menos graciosas. Y asEvangelios ad de los Esiempre alistianismo en sus or bebido en Londrespropio, su recinto natural, su ministro propio y sus recepí, cuando leemos que Jesús fue un “théiste israélite” como Sócrates había sido un “théiste athénien“; o peor aun.cuando Voltaire define a Jesús de Nazaret como “un bon homme qui avait la fablesse de vouloir faire parler de lui, et qui n’aimait pas les prêtres de son temps“; y cuando a San Pablo lo trata como un “energúmeno insensato”, vemos claramente como la polémica destructiva y el despecho anticristiano tenían en Voltaire más fuerza que la investigación y la inteligencia históricas.

Y, ya en el campo de la crítica literaria, cuando Voltaire afirma la posteridad de los Evangelios canónicos respecto a los apócrifos y el uso de la tardía y fabulosa recopilación judía “Toldoth Jeshu” en oposición a los Evangelios sinópticos, queda demuestrado cuantas â€œmalas hierbas” iban mezcladas al trigo de su erudición.

5. Un deísta alemán contemporáneo de Voltaire, Hermann Samuel, conocido como Reimarus (16941768), profesor de lenguas orientales  en Hamburgo, se alineó a aquella â€œtradición sistemática” británica de inspiración deísta, al tratar la historia religiosa del Antiguo y del Nuevo Testamento, que Voltaire no había hecho y que probablemente era incapaz de hacer. Su obra permaneció y, en buena parte, permanece todavía inédita, pero la parte que aquí nos interesa fue publicada por Lessing, en 1774 y en 1778, como “Fragmento de un Anónimo” con los títulos de Entorno a la Resurrección y De los fines de Jesús y de sus discípulos. En realidad el primero no es sino una parte del segundo, que quiere ser una reconstrucción orgánica de la obra de Jesús y de sus discípulos. Según esta última parte, el ‘Evangelio’de Jesús consistió únicamente en predicar la inminencia del Reino de Dios y la necesidad de conversión para entrar en Ã©l. Para Reimarus el “Reino de Dios” es lo que podían entender los judíos contemporáneos de Jesús: un reino terrestre con un Mesías político. Un Mesías de esta suerte Jesús esperaba llagar a serlo con la ayuda del pueblo: la entrada triunfal en Jerusalén tuvoprecisamente este objeto. Pero, el tentativo, nos dice Reimarus,fracasó y terminó con su suplicio. 

Los discípulos, afirma también, habían ya tomado gusto a esa “nueva vida” que predicaba Jesús y deseando continuarla, robaron el cuerpo, procalmaron su resurrección y sustituyeron al concepto terreno-político del Mesías, otro ya presente desde Daniel en el judaísmo, el Mesías transcendente. Así, dieron a la muerte de Jesús el significado de una redención de la humanidad. La â€œcomunidad de bienes”, dice Raimarus, atrajo a no pocos seguidores, y así se desarrolló la primera comunidad cristiana.

6. No se puede negar que este primer tentativo â€˜deista’ de llegar a una reconstrucción histórica de los orígenes del cristianismo tiene una cierta audacia, no falta coherencia y que aparece, en su conjunto, no exenta de grandiosidad. Pero no hay que exagerar los méritos ni disminuir sus debilidades, como parece hizo Schweitzer. La neta afirmación de la escatología en la predicación de Jesús, el tentativo de interpretar, desde este punto de vista los actos de Jesús y, sobre todo, su ida a Jerusalén; como la intuición del problema histórico-religioso de la relación entre el Jesús vivo y el Jesús resucitado en la conciencia de los fieles; como la idea de la transformación de la idea mesiánica ligada a la experiencia de la Pasión y de la Resurrección: todo ello, aparte de todas las observaciones pueden y deben hacerse, constituye, sin embargo,una aportación crítica de primer orden, que hace del Reimarus un precursor, al menos ideal de la ‘moderna’ “historia crítica de los orígenes del cristianismo”. 

7. Pero, cada uno de los elementos de la construcción Reimarus queda alterado y sofocado por la unilateralidad de su visión y de sus preconceptos anticristianos. Ello aparece claramente en su concepción puramente política del mesianismo de Jesús, error en el que insiste Schweitzer, que es la negación de cualquier originalidad de la conciencia religiosa de Jesús y, sobre todo, el calculo y la “puesta en escena” introducidos como elementos constitutivos de su acción. Todo ello, además, queda potenciado y agrandado en los apóstoles y en los discípulos de Jesús que quedan reducidos a nivel de simples impostores. Todo ello quita a la ‘construcción’ de Reimarus todo valor histórico ya que basa los orígenes del cristianismo en un plan preestablecido y en un engaño meditado de algunas personas, movidas por intereses egoístas y materialistas. Reimarus cae plenamente, pese a sus pretensiones y sus capacidades históricas, dentro del ámbito del más rancio racionalismo antihistórico. Por ello fue la causa de que la publicación de algunos de sus escritos en Lessing tuvo una influencia negativa y más bien contribuyera, por reacción, a retrasar la teología histórica.

Jaume González-Agàpito

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