DOMINE AD ADIVVANDVM ME FESTINA!

1. El Rvdo. presbítero Antonio Vivaldi escribió la música de esta invocación inicial del Oficio Divino, en la partitura RV 593. “Festina, festina, festina” se le dice a Dios, en la grandiosidad de las primeras decenas deciochescas.

2. Hace 70 años, en el día de l’Ascensión, recibí mi primera comunión. En la iglesia de Santa Ana de los escolapios de Mataró. Era 1950.

Cuantas cosas han pasado en la ‘nave’ de la Santa Iglesia: Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, en la Santa Sede. Gregorio Modrego, Marcelo González, Narcís Jubany, Ricardo Carles, Lluís Martínez y Juan José Omella, en la diócesis, la archidiócesis directamente sometida a la Santa Sede y en la archidiócesis metropolitana de Barcelona.

3. Hemos cantado en Laudes: â€œCum rex ille fortissimus, / mortis confractis viribus, / pede conculcans tartara / solvit catena miseros”. “Cuando aquel rey fortísimo, / rotas las fuerzas de la muerte / pisoteando el poder infernal / ha desatado a los miserables de su cadena”.

Aquí, los baratos místicos del siglo XX, verían no sé cuantas aplicaciones alegóricas a ‘mi’ salvación eterna. Pero, nosotros, realistas y racionalistas inveterados en nuestro cristianismo, vemos una súplica real y concreta en nuestro tiempo de reclusión coronavírica. “Festina, festina, festina”, le decimos al Dios vivo.

Estamos ya hartos y cansados que, en nuestra vejez, estemos atados todavía con “la cadena de los miserables”. Queremos que la Verdad nos haga libres. Aquella libertad que los católicos soñamos, con el Papa Juan, desde 1959 y que vimos, casi real en el Concilio Vaticano II en 1962.

4. Ahora estamos todavía en una Iglesia more jesuítico moderata, pero falta de aquella libertad que da la Verdad del Logos (Verbo) encarnado, paciente, muerto y gloriosamente resucitado: las casillas, los honores, las prebendas, la ignorancia, el servilismo, la rapacidad y todo eso que el jesuita pontífice romano, una y otra vez, denuncia, pero que, sin embargo, no se acaba.

Pero, un imbécil como yo, se pregunta, hoy día de San Pablo VI, ¿cuándo llegará eso que el Padre jesuita predica?: “[…] aquel rey fortísimo, / rotas las fuerzas de la muerte / pisoteando el poder infernal / ha desatado a los miserables de su cadena”.

Jaume González-Agàpito

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